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El Último libro de Manuel Carballal ¡¡YA A LA VENTA!!
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La misma palabra asesino proviene de un antiguo culto originado en la Persia del siglo XI: Los nizaríes, una secta chiita que practicaba los asesinatos selectivos de sus enemigos, y a los que durante la edad media denominaron despectivamente hashshashin que significa literalmente en árabe “fumador de hachís”. De ahí proviene la palabra anglófona assassin y la española asesino.
Rasihd al-Din Sinan, “el viejo de la montaña”, inspiró en el seno del Islam esta comunidad de fanáticos religiosos ismailitas nizaríes, que se desligaron de los ismailitas mustalitas, siendo considerados por estos últimos “marginados sociales”. Pero marginados que mataban porque pensaban que así alcanzarían el paraíso.
Los jóvenes aspirantes a assassin debían consumir una gran cantidad de hachís para caer en trance. En ese estado eran conducidos por los hombres de confianza de Rasihd al-Din Sinan al lujoso palacio que el anciano gurú tenía en las montañas, donde eran rodeados de lujuriosas doncellas y disfrutaban de todos los placeres y opulencias imaginables.
“El viejo de la montaña” les convencía de que ese era el paraíso. Y a él retornarían para gozar durante toda la eternidad, si morían cumpliendo sus órdenes. Había descubierto el poder de la manipulación de las creencias y las “Operaciones Psicológicas” (PSYOP).
Ante tan convincentes argumentos los assassin no dudaban en arriesgar sus propias vidas, infiltrándose en los palacios de los enemigos de su gurú y cometiendo los más crueles crímenes. O incluso, si así se lo ordenaban, llegando al suicidio ritual. Con los adeptos de este siniestro culto nació el concepto “asesinato”.
Tras la caída del imperio fatimí a manos del imperio mongol, y la muerte del “Viejo de la Montaña”, los assassin desaparecieron. Y las menciones a este siniestro culto homicida fueron relegadas a las crónicas europeas, como los relatos de Marco Polo.
Sin embargo a partir del la edad media volvieron a surgir cultos inspirados en los assassin, como los thugs (los estranguladores) de la India.
Y mientras loa assassin musulmanes mataban condicionados por la manipulación de sus creencias en el Profeta Mahoma, los thug hindúes asesinaban como parte de su culto herético a la diosa Kali.
Aunque su nombre no aparece documentado hasta 1356, en “Historia de Shah”, de Ziau-d din Barni, su actividad es anterior. Y continuó hasta la década de 1830, en que los colonos británicos en India erradicaron el culto thug.
En los Puranas, antiguos textos sánscritos, se narra el enfrentamiento entre la diosa Kali y un gran demonio devorador de hombres. En su combate la terrible Kali –diosa de la muerte y la destrucción en el hinduismo- infringía terribles heridas al demonio, pero de cada gota de sangre que derramaba surgía un nuevo monstruo devorador. Entonces Kali creo de su propio sudor a dos hombres, los primeros thugs, a los que entregó un paño sagrado, el “rumal”, con el que ayudaban a la diosa estrangulando a los demonios, para no derramar su sangre. De esta leyenda surgió uno de los cultos asesinos más temible de la historia.
Los thugs atacaban las caravanas de mercaderes, asesinando a todos los testigos, utilizando el siniestro “rumal” con una habilidad asombrosa. Y con sólo diez años de edad los jóvenes aspirantes podían ingresar en el temible culto a Kali.
Además, la presencia de niños en los grupos de thugs que pedían asilo a las caravanas, ayudaba a que las futuras víctimas confiasen en los aparentemente inofensivos viajeros. Y como planteaba Balageró en “Los sin nombres”, los pequeños sectarios no solo presenciaban, sino que participaban en los asesinatos.
Tanto en los asesinatos, como en las mutilaciones rituales que posteriormente se infringía a los cuerpos de las víctimas, como la extracción de los ojos, el corazón, etc. Era la mejor forma de educar a los futuros thugs. Y todo legitimado y justificado con una creencia religiosa.
En 1799 el gobierno británico en la India capturó a los primeros thugs, aproximadamente un centenar, en las cercanías Bangalore. A partir de 1816 Richard Sherwood, un médico inglés residente en la colonia, comenzó a escribir la historia de los thugs tras interrogar a muchos de los capturados. Y a mediados del XIX el oficial británico William Sleeman obtuvo el permiso de la Reina para perseguir este siniestro culto homicida hasta hacerlo desaparecer.
Sin embargo, en la actualidad, la policía india continúa encontrando, de vez en cuando, cadáveres que presentan las mutilaciones típicas de los thugs, y algunos agentes, como el inspector-jefe Patel, de la policía de Calcuta, considera que existen indicios para afirmar que en el siglo XXI los estranguladores, o modernas sectas que imitan sus métodos, han reaparecido en la India.
En la misma Calcuta, como en otros puntos del país, existe un templo dedicado a Kali, donde los sacerdotes realizan sangrientos sacrificios de animales a la venerada diosa. Yo mismo he podido presenciar sacrificios a Kali en diferentes ciudades de India.
En el templo Kalighat, por ejemplo, los viajeros más audaces pueden presenciar las brutales decapitaciones de ovejas o cabras en honor de Kali, Pero en opinión del inspector-jefe Patel, en algunos puntos de la India las ofrendas a Kali son seres humanos...
Manuel Carballal.
Texto extraído del libro
CRIMEN RITUAL Y RITO CRIMINAL
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