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El “escéptico”.
Las acusaciones de Rey Brea llegaron tarde. Para entonces Jordán Peña, astuto como una serpiente, ya se había construido una imagen pública de rigor, seriedad y cientifismo, tan convincente como fascinante. Nadie podía creer que aquel riguroso y escéptico psicólogo industrial podía estar detrás del mayor fraude de la historia de la ufología, y de todos los engaños paranormales que inspiró.
En 1969, a raíz de la reunión de ufólogos de Galapagar, en Octubre de dicho año, Jordán Peña había fundado la Asociación Eridani, que legalizó en Enero de 1970. Eridani fue el germen de la Sociedad Española de Parapsicología, creada dos años después, que Jordán Peña vicepresidió durante casi toda su vida.
En 1969, a raíz de la reunión de ufólogos de Galapagar, en Octubre de dicho año, Jordán Peña había fundado la Asociación Eridani, que legalizó en Enero de 1970. Eridani fue el germen de la Sociedad Española de Parapsicología, creada dos años después, que Jordán Peña vicepresidió durante casi toda su vida.
Como una Hidra de Lerna, con mil cabezas, Jordán podía dirigir el laboratorio de la SEP, y codearse con lo más granado del ambiente académico de Madrid, mientras manipulaba desde las sombras las ilusiones, esperanzas y la fe de miles de bienintencionados creyentes.
En aquellos años, los de esplendor de UMMO, Jordán vivió sus momentos de mayor poder. Como vicepresidente de la SEP participó en numerosos eventos académicos y universitarios. Llegando a ser recibido en audiencia, junto con la junta rectora de la SEP por SSMM los Reyes de España. La Reina Doña Sofía, otra de sus víctimas indirectas, llegó a recibir charlas de ummólogos como J. J. Benítez o Rafael Farriols, convencida como tantos de la realidad extraterrestre. Imposible saber si Jordán Peña también sacó algún partido oculto a esa influencia indirecta.
Y mientras participaba en la investigación de algunos de los casos más notables de la historia de la parapsicología y la ufología españolas (Las Caras de Belmez, las Gemelas de Logroño, la abducción de Julio F.), manteniendo siempre la imagen de escéptico y riguroso científico, manipulaba desde la clandestinidad, y en su beneficio, las creencias, sentimientos y emociones de millones de personas.
Los imitadores.
A mediados de 2011 por fin llegó a mis manos. Había oído hablar de ella pero, a pesar de ser el destinatario del último mensaje de audio enviado por los “ummitas”, tardé es tenerla en mi poder…
Años antes, tras la publicación de un incendiario artículo titulado “Desvelamos el secreto de UMMO” que ocupó toda la portada de la revista Enigmas (nº 21), los “ummitas” movieron ficha. El Dr. Fernando Jiménez del Oso recibió en la redacción de la revista, un sobre que contenía un CD. En él se incluía una grabación de audio donde alguien, que se presentaba como uno de los expedicionarios de UMMO me recriminaba severamente por mi artículo, y por el resto de información sobre el caso que publiqué después en mi libro “Los expedientes secretos” (Planeta, 2001). Pero tanto Jiménez del Oso, como yo, sabemos que José Luis Jordán Peña no tuvo nada que ver con esa grabación, que solo pudo ser creada en el entorno de J. J. Benítez.
Los creyentes en UMMO aseguran que Jordán Peña no pudo ser el responsable de todos los informes, contactos y manifestaciones que se atribuyen a los ummitas. Y es verdad. En EOC ya hemos documentado casos concretos de “imitadores” que se inspiraron en la creación de Jordán para fabricar sus propios fraudes. Jordán Peña no hizo las fotos del platillo ummita que aterrizó en La Zapateira (La Coruña) ni fabrico las huellas que dejó la “nave” ummita (ver EOC nº 72). Tampoco sometió a los enfermos terminales que acudían a la Clínica de Cañuelas a la “medicina” extraterrestre, ni estaba presente (físicamente) cuando enfermas de cáncer murieron a manos del falso Dr. Carlos Jerez. Ni siquiera sodomizó a los niños de Edelweiss que se tatuaban en la axila el símbolo )+( creyendo que Eduardo González era un príncipe extraterrestre… No fue necesario.
Jordán Peña creó un monstruo. Lo utilizó en su beneficio sin mostrar la menor piedad, consideración o empatía con las víctimas que dejó a su paso, y un día permitió que el monstruo fuese liberado y se reprodujese sin control. Hoy es imposible pararlo.
Observando la imagen del cadáver de José Luis Jordán Peña, en el tanatorio de la M30, el 9 de septiembre de 2014, no puedo sentir más que rabia. Cuatro candelabros flanquean el ataúd, rodeado por ramos de flores. A la derecha, sobre la pared, una corona de claveles blancos con una banda morada: “Tu esposa, hijos y nietos no te olvidan”.
Detrás, justo sobre su cabeza, un enorme crucifijo de metal que se antoja ridículo en la estampa, teniendo en cuenta su falta de fe y compasión. Tan ridículo como el que luce sobre el pecho. Correctamente amortajado, de blanco pureza, parece dormido.
Se fue llevándose muchos secretos, sin duda, como los de otros miserables que sin duda colaboraron y se beneficiaron de sus engaños. Pero caerán. Tarde o temprano los descubriremos. Y ojalá no se vayan con la misma impunidad que disfrutó el Mengele del Misterio.
Se fue llevándose muchos secretos, sin duda, como los de otros miserables que sin duda colaboraron y se beneficiaron de sus engaños. Pero caerán. Tarde o temprano los descubriremos. Y ojalá no se vayan con la misma impunidad que disfrutó el Mengele del Misterio.
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