ESPIAS: LICENCIA PARA MATAR. JAMAL KHASHOGGI

El brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi a manos del servicio secreto saudí, y los asesinatos de varios espías rusos en Europa por parte de la Inteligencia rusa, han superado toda teoría de la conspiración. El pleno siglo XXI los servicios de inteligencia de todo el mundo tienen licencia para matar a sus enemigos, utilizando los métodos más variados y sofisticados. Agentes nerviosos, ataques radiológicos, falsos atentados terroristas, venenos… Una vez más, la realidad supera toda ficción.

El pasado 2 de octubre de 2018 estalló el escándalo. Un escándalo sin precedentes en la historia de los servicios de inteligencia. El prestigioso periodista disidente saudí Jamal Ahmad Khashoggi, había desaparecido tras entrar en el consulado de Arabia Saudí en Estambul, para gestionar los documentos que le permitiesen casarse con su prometida Hatice Cengiz, la que sería su cuarta esposa tras tres divorcios. Las cámaras de vídeo vigilancia grabaron su entrada en el consulado. Nunca se le volvió a ver con vida.

Khashoggi, aunque nacido en la ciudad santa de Medina (en 1958), se había autoexiliado de su país en 2017, tras no soportar más el asedio de la casa real saudí, por sus críticas periodísticas al régimen. Tenía un currículum extraordinario: comenzó como corresponsal de la Saudi Gazzete a principios de los 80, convirtiéndose después en reportero de varios diarios árabes, como el Asharq Al-Awsat, Al Majalla o Al Muslimoon, hasta ser nombrado editor jefe de Al Madina en 1991, y nueve años después jefe adjunto de Arab News. Con excelentes contactos en la Inteligencia saudí, y también norteamericana, durante “la guerra contra el terrorismo” desatada tras el 11S, Khashoggi fue uno de los pocos periodistas que pudo entrevistar –en varias ocasiones- al líder de Al Qaeda, Osama Ben Laden. Khashoggi había conocido a Ben Laden en Afganistán en los 80, durante su lucha contra la ocupación rusa, y pudo reunirse con él en varias ocasiones tanto en su base de operaciones en Tora Bora como en Sudán. Se hicieron amigos. Hasta el punto de que, cuando en 2011 comandos americanos ejecutan a Ben Laden en Pakistán, Khashoggi escribió en su Twitter:

“Me derrumbé llorando hace un momento, con el corazón destrozado por ti, Abu Abdullah. Fuiste hermoso y valiente en esos hermosos días en Afganistán, antes de rendirte al odio y la pasión”. 

Pero ya en los años 2000 Khashoggi se había convertido en un crítico incómodo del régimen saudí. Especialmente del príncipe heredero Mohamed bin Salman, y su supuesta política de aperturismo y modernidad. Y en varias ocasiones fue amonestado por la casa real por publicar comentarios contra él. Hasta el punto de que en junio de 2017 decide establecerse en EEUU donde comienza a trabajar para The Washington Post. Esto explica porque fueron sus compañeros del Post, junto con la prensa turca, quienes capitanearon la ofensiva periodística para denunciar su asesinato.

En octubre de 2018, cuando Khashoggi desaparece en el consulado saudí en Estambul, el Post es el primero en denunciar su desaparición. Pocos días después aparece uno de los titulares más brutales de la historia de la prensa: “Khashoggi fue descuartizado en vivo en siete minutos, mientras sus torturadores escuchaban música”.

Según las primeras informaciones, antes de entrar en el consulado Khashoggi había activado su reloj inteligente para grabar las conversaciones con los funcionarios, sincronizándolo con su teléfono móvil. Su prometida, Hatice Cengiz, que le había acompañado hasta el consulado, se quedó el teléfono, que enviaba la señal del reloj a la nube, para almacenar allí los archivos de audio. Nunca volvería a ver a su prometido.

Descuartizado vivo en siete minutos

Según las primeras noticias del Post, replicados por la prensa turca primero y del resto del mundo después, la inteligencia saudí había detectado el teléfono inteligente de Khashoggi intentando borrar los archivos almacenados en la nube… pero no habían podido borrarlo todo. Los fragmentos de información que se salvaron sugerían que Khashoggi había sido brutalmente torturado y descuartizado por agentes de los servicios de inteligencia saudíes en su consulado. 

A partir del primer titular, el gobierno saudí inicia una campaña para desacreditar la noticia y el testimonio de Hatice Cengiz, hasta el punto de publicar imágenes manipuladas para demostrar que Khashoggi salió con vida del consulado o que Hatice Cengiz en realidad era un hombre. El ejército de hackers saudíes que ya había acosado en Twitter a Khashoggi cuando comenzó a colaborar con el Post, llenaron la red de desinformación. Pero las autoridades turcas abrieron una investigación oficial y el 15 de octubre registraron el consulado saudí, encontrando indicios de manipulación en las pruebas. 

El 20 de octubre el gobierno saudí reconoce que Khashoggi había fallecido “accidentalmente” en una pelea dentro del consulado, al enfrentarse –a sus 60 años- a los 15 agentes de inteligencia desplazados al mismo para interrogarle. Cinco días después cambia la versión oficial: el Fiscal General saudí reconoce que la muerte de Khashoggi había sido premeditada. Ante las pruebas obtenidas por el servicio de inteligencia turco, el MIT, Turquía solicita la extradición de 18 ciudadanos saudíes, incluyendo los 15 agentes que interrogaron al periodista, implicados en el crimen. The New York Times identificó a cinco de ellos como miembros del equipo de seguridad personal del príncipe heredero Mohamed bin Salman, como Maher Abdulaziz Mutreb, que acompañaba al príncipe en sus viajes a EEUU o Europa. Incluyendo España.

El 31 de octubre nueva versión: se reconoce que Khashoggi efectivamente había sido descuartizado para hacer desaparecer su cuerpo, pero aseguran que el desmembramiento fue post-mortem, y que murió estrangulado nada más entrar en el consulado… Esperamos nuevas versiones. 

Mientras, diferentes gobiernos del mundo inician un boicot político contra Arabia Saudí a causa del asesinato de Khashoggi. El tsunami político de este crimen, a manos de un grupo de espías con licencia para matar, solo acaba de comenzar.