El Último libro de Manuel Carballal ¡¡YA A LA VENTA!!

CLASIFICACIÓN: CONFIDENCIAL. Autor: Manuel Carballal. ¡YA A LA VENTA!

EL CISMA DE LA MASONERÍA ESPAÑOLA.




Bajo el signo la Escuadra y el Compás.



Cuando la mayoría de los ciudadanos de a pie oímos hablar de Masonería, nos suelen venir a la cabeza ideas como las de una sociedad secreta que ejerce una oculta y poderosa influencia en la sombra, o quizás recordamos aquella famosa expresión de la “conspiración judeo-masónica y comunista”, tan prodigada en el franquismo. Probablemente hasta nos surgen nombres de personajes influyentes, que nos inducen a pensar en la Masonería como una agrupación elitista y todo poderosa.

JOSÉ DE ZOR G.M.
zor@netvision.es


Un acontecimiento excepcional.

En contadas ocasiones se produce en el ámbito de la Masonería un acontecimiento como el que el sucedió el pasado 19 de Octubre: La consagración de una Gran Logia a nivel estatal, así como de su Gran Maestre. Masones venidos desde todos los puntos de España y del extranjero, se reunían en el Hotel Meliá de la c/ Princesa 27, en Madrid a las 15.00. h. con el fin de dar comienzo a la “Gran Tenida de Consagración e instalación del “Muy Respetable Gran Maestre, D. Alberto Isasi Cuyas”. La consagración -según se indica en la convocatoria de la Gran Logia Federal de España- corrió a cargo de José Medeiros, Gran Maestre de la Gran Logia Regular de Portugal, contando también con la asistencia del Gran Maestre de Cuba, Juan Varela Basilio Barreto y del Gran Oriente de Italia Virgilio Gaito.

En el acto, entre otras cosas, se interpretó el himno y se adoptó una Resolución de adhesión y lealtad a la Corona Española y a su Soberano, S.M. el Rey Juan Carlos I. Asistieron también otras autoridades masónicas de país: los Grandes Maestres de las Grandes Logias Federadas de Canarias, Cataluña y Madrid, así como Antonio Morán Castellot, Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo de Grado 33º para España, del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

Por la noche en el citado hotel, se realizó un Banquete de Honor, con damas incluidas (las esposas o compañeras de los masones) para celebrar la Consagración. 

Títulos engalanados, ritos ancestrales, símbolos esotéricos y filosóficos... ¿Qué hay, en verdad, tras la palabra Masonería? Sin duda, cualquiera que esté un tanto versado en historia universal, conoce el hecho de la gran influencia que los masones han tenido en las sociedades modernas para que sean y se constituyan como hoy las conocemos. Los valores de “libertad, igualdad y fraternidad” resumidos en la idea de democracia, fueron y son los baluartes fundamentales de una institución histórica, como es la Masonería. De otra parte la Francmasonería sea, probablemente, la única sociedad iniciática que ha mantenido, a lo largo de toda su historia, una continuidad que nunca se ha roto y que se fue extendiendo, desde sus orígenes en Europa, a todos los rincones del mundo.

¿De dónde procede la Francmasonería?

Tenemos que remontarnos a la Edad Media, época en la que se formaron los antiguos gremios de artesanos, constructores y canteros en activo, especialmente vinculados a la construcción de las grandes catedrales y templos góticos. En aquél tiempo un “maçon” (albañil o constructor en francés) -especialmente el que se dedicaba a esculpir la piedra para decoraciones arquitectónicas-, gozaba de ciertos conocimientos y prestigio. 

Se les denominaba “francmasones” (“franc” en francés significa “libre”) porque podían trasladarse donde gustaran, libres de las restricciones impuestas por los señores feudales o los Consejos del Burgo.

Sus talleres de trabajo y quienes los integraban, constituían las logias; en ellas se comprometían a guardar los secretos de sus artes así como a la adopción de códigos éticos que todos sus miembros debían acatar. Allí donde había que construir una obra de cierta importancia, se fundaba una Logia, ubicándose en un compartimento próximo al edificio a levantar. Contaban con signos, pases y códigos secretos para reconocerse unos a otros y evitar que cualquier extraño o profano se infiltrara entre ellos. Se organizaron en tres grados, según sus habilidades y conocimientos: aprendiz, compañero y maestro. Según cuenta el historiador y canónigo Grandidier, para ser masón, había que llevar una vida cristiana, promover el amor a Dios y a la Verdad, no caer en la infidelidad conyugal y practicar la caridad, entre otros preceptos fundamentales. 


“La opulencia del clero -dice Grandidier- y el celo de los laicos proporcionaban fondos suficientes para construir un tan gran número de iglesias y monasterios, que difícilmente se encontraban los obreros necesarios. Los Papas, interesados en favorecer estas fraternidades o gremios, otorgaron indulgencias a las corporaciones de masones para aumentar su número, lo que lograron perfectamente en Inglaterra...

Italianos, refugiados griegos, franceses, alemanes, flamencos, se reunieron y formaron una sociedad de arquitectos. Se procuraron bulas de Roma y privilegios particulares y tomaron el nombre de francmasones. Pasaron de una nación a otra cuando había iglesias que construir.” De ahí que la actual Masonería siga manteniendo -aunque esencialmente sólo de forma ritual- toques de pase, así como todo su simbolismo histórico, basado en la Arquitectura y también en el bíblico Templo de Salomón, considerado una alegoría a la perfección del individuo.

A esta Masonería de constructores de iglesias y catedrales, se le ha denominado operativa. Una de las principales fraternidades masónicas independientes, se encontraba en Strasburgo, con su sede frente a la catedral y del Palacio Episcopal, contigua a la capilla de Santa Catalina. Ésta tenía jurisdicción sobre todas las Logias de Alemania, contando con Reglas y Estatutos propios.

El Paso de la Masonería Operativa a la Masonería Especulativa

Ya en el siglo XIII se localizan logias de picapedreros en Magdenburgo, Bremen, Colonia, etc. El 25 de Abril de 1459 los Maestros de las Logias de Alemania se reúnen en Ratisbona para acabar con ciertas luchas internas. Allí promulgaron unos nuevos Estatutos en forma de Ordenanzas. El propio Emperador Maximiliano I modificó estos reglamentos confirmados definitivamente por sus sucesores. Los jefes de las Grandes Logias eran reconocidos como mandatarios supremos en sus respectivas jurisdicciones y el de la ciudad de Strasburgo era el encargado de resolver y juzgar los conflictos ente los afiliados de gran parte de Alemania. Los gremios se transforman en empresas, y en vez de catedrales, se pasa a construir toda clase de edificios civiles y profanos; del feudalismo se pasa a la burguesía, renace un nuevo estilo arquitectónico. El poder económico del capital ejerce un gran poder sobre la mano de obra, tanto física como intelectualmente. Todos estos cambios evidentemente, afectarían a la Fraternidad Masónica.

Al otro lado del canal de La Mancha, durante el siglo XVII en Gran Bretaña, la organización fue aceptado miembros honorarios, personas eminentes que tenían interés por la Arquitectura (profesión que nacería del conjunto de habilidades del masón o constructor) y que se sentían atraídos por los aspectos secretos, iniciáticos o esotéricos de la Francmasonería, incluyendo miembros de la familia real. Así se fe pasando de un aspecto práctico, como era la construcción de edificios (masonería operativa) a un aspecto teórico y de formación moral del individuo (masonería especulativa).

En Febrero de 1717, cuatro logias inglesas se reúnen para reformar la institución y dotarla de unos nuevos Estatutos. El primer paso sería la creación de una Gran Logia, que resultaría de la federación de las otras cuatro, con un Gran Maestro al frente. De este modo La Masonería se transformará en una Fraternidad cuya principal característica es la consecución de unos objetivos morales y la promoción de valores éticos universales, por encima de cualquier frontera, credo o ideología, así como la educación e instrucción de sus miembros en dichos valores. Desde ese momento la Gran Logia de Inglaterra es la única que en su jurisdicción que podrá crear nuevas logias y darles legitimidad masónica, lo que se extendería al resto del mundo. Aquí nace lo que se llama masonería regular, ortodoxa o del tradición anglosajona, enfrentada tradicionalmente a lo que sería más tarde la masonería heterodoxa o latina y cuyos roces, encuentros y desencuentros llegan hasta nuestros días.

Las Constituciones de Anderson.

Diez años después de la proclamación de la Gran Logia de Inglaterra, aparece la 1ª edición de lo que sería y sigue siendo el Reglamento fundamental de la Masonería: Las constituciones ideadas por los pastores protestantes Teophile Desaguliers y James Anderson, dádoles éste último su nombre. Las Constituciones de Anderson junto con los Lamdmarks o Antiguos Límites marcarán definitvamente los códigos internos de la masonería regular. 

El término inglés “landmark” designa una regla de conducta que ha tenido la Orden, por tradición oral o escrita, que consideran inmutable y con la que cuentan desde tiempo inmemorial. Las líneas maestras de las Constituciones de Anderson son:

1.- La creencia en Dios: Los edificios materiales o iglesias consagrados a Dios se substituyen por la idea de una “Gran Catedral del Universo” o “Humanidad” que redunde en la gloria del “Gran Arquitecto del Universo” (idea masónica para designar a Dios o Suprema Conciencia). La piedra bruta que labraban los antiguos masones se traduce ahora por el perfeccionamiento del hombre en contacto con sus semejantes. 

2.- Libertad religiosa y política. Desde sus orígenes especulativos, la Masonería quiso ser una sociedad que aglutinara bajo un mismo techo a hombres libres de diversas creencias religiosas y tendencias políticas. Trataba de difundir un sentimiento filantrópico que acabase con las guerras religiosas del siglo XVII y por otra parte instituir la libertad de pensamiento que Locke proponía en su obra “Gobierno Cívil”.

3.- Expansión de sus ideales a nivel universal y en todas las capas sociales, sin discriminación por causas personales, ideológicas o religiosas. 



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