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Tal y como describe Miguel Hernán, y otros expertos en cristología, la muerte por crucifixión en el Imperio Romano, la de Jesús resulta atípica.
Y más atípica resulta aún si, como hemos señalado en otro post, los vestigios arqueológicos apuntan a que el crucificado no era torturado previamente.
El único muerto en cruz del que tengamos constancia histórica, que fue flagelado, golpeado y humillado antes de su crucifixión es Jesús de Nazaret.
El capítulo 27 del Evangelio según San Mateo, el 15 de Marcos, el 23 de Lucas y el 19 de Juan, relatan la Pasión y crucifixión de Jesús de Nazaret.
Evidentemente, y si nos atenemos a los documentos históricos (no solo los Evangelios) que hablan de Jesús de Nazaret este no era ciudadano romano, si no judío, y por tanto no podía aspirar a la decapitación. Sin embargo, en lugar de ser conducido a la muerte en cruz directamente, es flagelado, coronado de espinas, y humillado públicamente antes de su crucifixión. Por otro lado, según el relato del Nuevo Testamento, no se le rompen las piernas como era costumbre (y como se profetizaba en el Antiguo Testamento), ya que fallece antes víctima de los sucesivos tormentos.
Sería demasiado largo detallar porqué se produce este martirio previo, que no se empleaba con los crucificados comunes, pero tiene en sí mismo un extraordinario interés de cara a dos enigmas del cristianismo no menos fascinantes; la Sabana Santa de Turín y el Santo Sudario de Oviedo.
Ambos lienzos -como apunta el padre Jorge Loring-, sobretodo la Síndone de Turín, representan a un hombre crucificado. En este sentido la historia de la muerte por crucifixión supone un aval razonable a la hora de identificar al hombre de la Síndone con Jesús de Nazaret, ya que la arqueología y la historia no nos han ofrecido, al menos hasta el momento, evidencias de ningún otro reo de cruz que presenta las extraordinarias características que detalla el Evangelio en relación a la crucifixión de Jesús.
En este sentido solo resta añadir que los primitivos crucifijos representaban a un Jesús vivo y triunfante, lujosamente engalanado y victorioso sobre la cruz, como afirma el dogma de la resurrección. A partir del siglo XII aparece ya muerto y cubierto solo con un paño atado a la cintura. Y a partir de 1300 se inicia populariza ya la representación de un Jesús coronado de espinas, humillado y sufriente, como realmente corresponde a un crucificado. Víctima de una de las torturas más atroces y despiadadas que ha creado la enfermiza imaginación del hombre.
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