- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
El Último libro de Manuel Carballal ¡¡YA A LA VENTA!!
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
La supuesta habilidad paranormal, potenciada por factores emocionales, no se limita al género humano. Durante el último siglo hemos sido muchos los investigadores que hemos experimentado los fenómenos PSI en “irracionales” y vegetales. Y aunque necesitaría muchas páginas para enunciar brevemente la inmensa casuística descrita sobre fenómenos paranormales recogidos, y hasta provocados, en mascotas domésticas u otros animales, debo apuntar que algunos de los experimentos realizados por parapsicólogos de todo el mundo pretendían estudiar precisamente si el incremento telepático entre humanos amantes, podía darse también entre los animales.
Son muy conocidos los experimentos soviéticos y norteamericanos consistentes en conectar a una hembra de conejo u otros animales, a unos electrodos, mientras en una habitación distante son sacrificadas algunas de sus crías. Según los investigadores la madre presentaba impulsos eléctricos en el cerebro más notables en el instante en que su cría, y no otro conejo cualquiera, era sacrificada. Lo mismo ocurría en los experimento con camarones arrojados a agua hirviendo, etc.
Sin llegar a prácticas tan cruentas, los experimentos de E.S.P. realizados con mascotas domésticas parecen sugerir también mejores resultados cuando el humano emitía los símbolos zener a su mascota, que cuando lo hacía a un animal de control con el que no mantuviese ese vínculo emocional.
Si aceptamos que las emociones son (o se expresan) como reacciones electroquímicas en las neuronas del cerebro, y la composición electroquímica entre humanos y animales es básicamente similar, ¿por qué no habrían de darse entre los “irracionales” vínculos afectivo/telepáticos similares a los del hombre? Sin duda los amantes de los toros, la caza o la pesca preferirían, por el bien de sus conciencias, ni plantearse este punto…
Pero hay más. Ya que, sorprendentemente, se han realizado muchos más estudios entorno al potencial parapsíquico del amor en vegetales que en animales. Esto sin duda, se debe a que resulta mucho menos costoso y complejo.
Sin duda todos los aficionados a lo paranormal han leído en alguna ocasión sobre los trabajos de C. Baxter, inventor del “detector de mentiras” (polígrafo) y colaborador del FBI. Este ingeniero electrónico aplicó su “detector” a las plantas y creyó descubrir toda una “Vida secreta de las plantas” (título de su libro).
Según Baxter, aplicando un simple polímetro a algunos vegetales, pueden detectarse sus cambios “anímicos” ante estímulos agradables, como el ser regadas, o crueles, como el ser quemadas. Siguiendo la línea argumental iniciada por el ingeniero del FBI, otros investigadores aplicamos esa teoría que pretende una sensibilidad emocional en los vegetales, a otros experimentos.
El más conocido, sin duda, consiste en plantar tres grupos de semillas en condiciones de luz, riego, abono, y medioambiente idénticas, utilizando el grupo número 2 como control, y proyectando sobre el grupo número 1 pensamientos negativos, mientras que sobre el grupo número 3 se proyectan pensamientos de amor, ternura y cariño. Lo sorprendente es que el tercer grupo de semillas crece con más rapidez, fuerza y vigor, que los otros dos grupos. ¿Significa esto que la proyección de amor puede incluso producir fenómenos físicos, como multiplicar el crecimiento de los vegetales? Los defensores del esoterismo dicen que sí… Los jardines de la comunidad de Feindhor, son un excelente ejemplo.
EL QUINTO ELEMENTO
En la superproducción cinematográfica “El Quinto Elemento”, el amor se convierte en la fuerza desencadenante de los cuatro elementos tradicionales; tierra, agua, fuego y aire, para salvar al planeta de una destrucción inminente. Pero dejando al margen los efectos especiales y el fantástico guión del film, son muchas las escuelas esotéricas que han visto en el amor un quinto elemento de las fuerzas de la naturaleza, capaz de activar los cuatro restantes. Y los místicos de todas las tradiciones han apuntado en esa dirección.
La bibliografía médica ha documentado casos en los que una madre angustiada es capaz de producir fenómenos de hiperdinamismo o sansonismo, levantando un coche que acababa de atropellar a su hijo, para poder rescatarlo de entre sus ruedas; o casos de curaciones espontáneas o “salidas” de un coma, debidas a la intensa emoción que vive en enfermo al ser visitado por alguien a quien amaba o admiraba intensamente, pero hay más…
Un análisis detallado de la poesía mística de los grandes contemplativos cristianos, musulmanes, judíos, etc, nos ofrecería enormes paralelismos, pero sobretodo la componente amorosa, y casi pasional, de la relación de dichos místicos con Dios y el universo. La literatura de Santa Teresa de Jesús, o del sufí Rumi (que en toda su obra se refiere a Alah como “el Amado”) ha sido objeto de numerosas críticas por el apasionamiento amoroso, casi rayando lo sexual, con que dichos místicos hablaban de su fusión con el Absoluto. Místicos que, por otro lado, protagonizaban todo tipo de fenómenos paranormales como levitaciones, estigmas, clarividencia, bilocación, etc. Como si esa pasión mística, como lo es todo proceso de enamoramiento, activase una espita en el cerebro de sus protagonistas, que abriese las puertas de la experiencia paranormal.
Aún a riesgo de poder parecer irreverentes y un tanto heréticos, tal vez deberíamos analizar esa relación entre los fenómenos físicos del místicismo, producidos en el contexto sufí, cristiano o hinduista, y las intensas reacciones electroquímicas que se producen en el cerebro de los místicos al vivir sus trances de apasionado e incontenible amor a Dios.
Desde los chamanes siberianos a los yoguis hindús, pasando por los esoteristas europeos, los derviches sufís o los contemplativos judeocristianos… todos han coincidido, a lo largo de la historia, en el inmenso poder del amor.
A pesar de que el banal y excesivo uso de esta palabra, en labios de místicos, contactados, visionarios e iluminados de todos los tiempos, haya terminado por erosionar hasta eliminar el significado del concepto amor. Y aún a riesgo de sonar ñoño, obsoleto, cursi y caduco, lo cierto es que ese concepto, que ni los poetas más sublimes han conseguido definir, es capaz de activar capacidades y poderes insólitos en nuestra mente.
Por esa razón probablemente, todas las escuelas esotéricas insisten en que la única forma de construir un futuro, no solo individual, sino planetario, será a través de ese “quinto elemento”. Algo que en la actualidad se dedican a ejercitar más anónimos y agnósticos voluntarios de todo tipo de organizaciones humanitarias, que los grandilocuentes gurús de la Nueva Era.
La bibliografía médica ha documentado casos en los que una madre angustiada es capaz de producir fenómenos de hiperdinamismo o sansonismo, levantando un coche que acababa de atropellar a su hijo, para poder rescatarlo de entre sus ruedas; o casos de curaciones espontáneas o “salidas” de un coma, debidas a la intensa emoción que vive en enfermo al ser visitado por alguien a quien amaba o admiraba intensamente, pero hay más…
Un análisis detallado de la poesía mística de los grandes contemplativos cristianos, musulmanes, judíos, etc, nos ofrecería enormes paralelismos, pero sobretodo la componente amorosa, y casi pasional, de la relación de dichos místicos con Dios y el universo. La literatura de Santa Teresa de Jesús, o del sufí Rumi (que en toda su obra se refiere a Alah como “el Amado”) ha sido objeto de numerosas críticas por el apasionamiento amoroso, casi rayando lo sexual, con que dichos místicos hablaban de su fusión con el Absoluto. Místicos que, por otro lado, protagonizaban todo tipo de fenómenos paranormales como levitaciones, estigmas, clarividencia, bilocación, etc. Como si esa pasión mística, como lo es todo proceso de enamoramiento, activase una espita en el cerebro de sus protagonistas, que abriese las puertas de la experiencia paranormal.
Aún a riesgo de poder parecer irreverentes y un tanto heréticos, tal vez deberíamos analizar esa relación entre los fenómenos físicos del místicismo, producidos en el contexto sufí, cristiano o hinduista, y las intensas reacciones electroquímicas que se producen en el cerebro de los místicos al vivir sus trances de apasionado e incontenible amor a Dios.
Desde los chamanes siberianos a los yoguis hindús, pasando por los esoteristas europeos, los derviches sufís o los contemplativos judeocristianos… todos han coincidido, a lo largo de la historia, en el inmenso poder del amor.
A pesar de que el banal y excesivo uso de esta palabra, en labios de místicos, contactados, visionarios e iluminados de todos los tiempos, haya terminado por erosionar hasta eliminar el significado del concepto amor. Y aún a riesgo de sonar ñoño, obsoleto, cursi y caduco, lo cierto es que ese concepto, que ni los poetas más sublimes han conseguido definir, es capaz de activar capacidades y poderes insólitos en nuestra mente.
Por esa razón probablemente, todas las escuelas esotéricas insisten en que la única forma de construir un futuro, no solo individual, sino planetario, será a través de ese “quinto elemento”. Algo que en la actualidad se dedican a ejercitar más anónimos y agnósticos voluntarios de todo tipo de organizaciones humanitarias, que los grandilocuentes gurús de la Nueva Era.
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Comentarios
Publicar un comentario