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El 26 de octubre de 2009 las principales agencias de prensa internacionales hacían circular la noticia. Un teletipo de la agencia Europa Press titulaba “Un meteorito o un satélite artificial impacta en Letonia y abre un cráter de 20 metros de diámetro y 10 de profundidad”, y a continuación el siguiente texto:
MADRID, 26 (EUROPA PRESS) Un posible meteorito o un satélite artificial impactó anoche en la ciudad letona de Mazsalaca y abrió un cráter de 20 metros de diámetro y 10 de profundidad, según señaló a la Agencia de Noticias Risa Novosti el experto del Instituto de Astronomía de la Universidad de Letonia, Ilgonis Vilks. Se trata del impacto del cuerpo celeste más grande de la historia del país y según este experto habría generado un nivel de radiación en sus inmediaciones todavía incierto, aunque no ha provocado víctimas. En todo caso, señala que la radiación dentro del agujero en el suelo es mayor que fuera, pero su nivel es inocuo para la población…”.
Como es normal, los periodistas –no especializados- se limitaron a divulgar la información recibida, y en pocas horas la noticia del impacto de aquel objeto todavía no identificado, en Mazsalaca, se extendió por todo el mundo. Desde los informativos de TVE, hasta la sección de Ciencia del periódico El Mundo, creyeron la información y la divulgaron. Exactamente el mismo comportamiento que esos mismos medios han reprochado millones de veces a los divulgadores del misterio. Sin embargo, esas informaciones incluidas, repito, hasta en la sección de Ciencia de un periódico tan prestigioso como El Mundo, eran falsas.
El cráter de veinte metros de diámetro y diez de profundidad, supuestamente causado por un meteorito en la noche de ese domingo en Mazsalaca (Letonia), formaba parte de una campaña de publicidad viral de una conocida compañía de telefonía móvil. El objetivo era “lograr que la sociedad letona creyera en sí misma”, o eso argumento Janis Sproguis, jefe de mercadotecnia de la compañía letona, que destacó que el fin de la campaña “era lograr que la sociedad letona creyera en sí misma y viera que, con ayuda de una noticia única e interesante, se puede atraer el interés de los medios de comunicación”.
“En los límites del cráter se ven los rastros de las palas y se observa como se arrancaron las malas hierbas. Esta es la versión oficial a la que hemos llegado”, aseguró Girts Stinkulis, jefe del departamento de geología de la Facultad de Geografía de la Universidad de Letonia, a la agencia Baltic News Service (BNS). Una vez más, y como suele ocurrir, el trabajo de campo, sobre el terreno, fue el que permitió desenmascarar el engaño que los periodistas científicos, desde sus sillones, se habían limitado a creer y a divulgar. No tenían razones para dudar de la buena fe de sus fuentes, prestigiosas agencias de prensa. A pesar de que ese comportamiento es el que censuran, reprochan, cuestionan y vilipendian, cuando es un periodista especializado en anomalías el que mantiene la misma actitud que habían mantenido ellos.
El investigador, que realizó el estudio del cráter, “in situ” añadió que “las dimensiones del cráter no se corresponden con las que suelen dejar habitualmente los meteoritos al caer”. “El terraplén es demasiado pronunciado y su profundidad demasiado grande”, dijo el geólogo, que añadió que su opinión es compartida unánimemente por expertos universitarios con experiencia en meteoritos.
Stinkulis opinó que el objeto incandescente que se pudo ver en las imágenes y fotografías reproducidas por los medios de comunicación pudo ser polvo de aluminio. En cuanto a los protagonistas del engaño, el profesor universitario comentó que, posiblemente, estos buscaran “crear escándalo u otra cosa”. Al parecer, el propietario del terreno donde se hizo el peculiar hallazgo había empezado a cobrar la entrada a sus tierras a los curiosos y medios de comunicación que han acudido a contemplar en vivo el cráter.
En un primer momento, las autoridades letonas barajaron la posibilidad de que se tratara de un meteorito o un fragmento de un satélite artificial. “Lo más probable es que se trate de un meteorito de hierro con un un diámetro de cerca de un metro y una masa de varias toneladas”, llegó a comentar a RIA-Nóvosti Vladímir Svetsov, del Instituto de Dinámica de Geosferas de la Academia de Ciencia de Rusia. Un científico que tiene muy poco de ufólogo o de parapsicólogo… y aún así se creyó el engaño. ¿Ocurre lo mismo con los investigadores de anomalías?
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