- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
El Último libro de Manuel Carballal ¡¡YA A LA VENTA!!
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Si salimos de Chinguetti hacia el norte, y después de ciento veinte kilómetros de dunas, llegaremos a Erg Uarane, habiendo dejado atrás la ciudad perdida de Tinigui, donde una familia de curanderos exorciza a los demonios. Y un poco más allá, Wadan. En esta región del Sáhara, y aún más al norte, podemos encontrar interesantes misterios, como la «estrucura Bicha», que a primera vista parece un cráter de impacto, de cincuenta kilómetros de diámetro. Pero los estudios demostraron que esta gigantesca herida circular en el terreno no es producto de un impacto estelar, ni tampoco de una erucción volcánica. Su origen en un misterio.
No ocurre lo mismo con el cráter Tenoumer, producto de un meteorito y que tiene casi dos kilómetros de diámetro, más al norte. Exactamente a 22° 55' de latitud norte, y 10° 2' de longitud oeste. Hasta él se han desplazado expediciones científicas de todo el mundo para estudiar el efecto de esos impactos estelares. Sin embargo, yo tenía ahora otro objetivo, así que desandé el camino por donde había ido, y regresé hacia Atar.
Allí aproveché para visitar el único cybercafé en muchos kilómetros a la redonda. Está en el centro de la ciudad, y abre mañana y tarde, salvo entre 13.00 y 16.30. Me sorprendió descubrir que, una vez más, debería dormir en una jaima, ya que todos los hoteles estaban tomados. Esta vez por tropas norteamericanas, que habían llegado al aeropuerto de Atar pocos días antes. Ignoro a qué oscuros intereses se debía la presencia militar americana, aunque no me cuesta demasiado esfuerzo relacionarla con la reciente invasión de Irak.
Aproveché la tecnología informática para obtener información en la red sobre algunos de aquellos supuestos misterios extraterrestres que alentaban la imaginación de mis compañeros de albergue, y no hizo falta demasiado ingenio ni capacidad deductiva para averiguar que algunos, como los supuestos tornillos de naves extraterrestres encontrados en el Sáhara, no eran más que tallos de crinoides fosilizados (unos organismos invertebrados relacionados taxonómicamente con los erizos marinos) que algunos famosos divulgadores del misterio han intentado mistificar vergonzosamente.
La figurita del supuesto astronauta de la cooperante era en realidad una diosa de la fertilidad de la cultura de Tumaco (Colombia), con todos los elementos zoomórficos típicos de esas representaciones. Y las «moscas» y los bumerán fotografiados por pilotos españoles... En este caso la explicación no parece tan sencilla. De hecho, por todo el mundo se encuentran «dibujos» similares, que aparentemente sólo pueden ser avistados desde el aire.
Antes de partir de Atar quise hacer una última visita. Tenía la oportunidad de conocer el origen del imperio islámico que impuso el Corán durante ocho siglos en España. Porque con demasiada frecuencia los españoles olvidamos que sólo hace cinco desde la expulsión del último soberano musulmán de Granada. Es decir, que hasta el año 2392 no igualaremos la influencia islámica que vivió este país antes de ser formalmente cristiano. Y es que, a pocos kilómetros de Atar, se encuentra un lugar que ha marcado de forma fundamental la historia de España.
Allí se encuentra el sitio arqueológico de Azougui, donde reposan los restos mortales de los principales generales almorávides. Tumbas humildes y descuidadas, en los restos de la fortaleza donde se gestó la conquista de Hispania. Justo en esta región, en el siglo XI nació la dinastía beréber que unificó todo el Magreb, conquistó Al-Ándalus y extendió un imperio desde el río Senegal hasta el río Ebro, en España, consolidando el islam. Fueron los almorávides.
Esta civilización, parida en el Sáhara, surgió con fuerza en la historia cuando el jefe de la tribu lemtouna, Yahia Ibn Ibrahim, al regreso de su peregrinación a La Meca, conoció a un respetado chef, Abd Alá Ibn Yabir. Juntos protagonizaron un cisma que en seguida reunió en torno a ellos a cada vez más seguidores. Pronto los jefes de otras tribus se unieron a aquella nueva confesión islámica y adoptaron el nombre de almorávides (al-muratibin).
Muy rápidamente, y desde esa fortaleza de Azougui, hoy abandonada a su suerte, se lanzaron a una guerra santa, capitaneados por generales célebres como Abu Berk, y en menos de un siglo su imperio no se detuvo hasta llegar al norte de la Península Ibérica. La importante influencia que la cultura islámica ha dejado en la lengua, la cultura, la gastronomía o el arte español tiene su origen en esa fortaleza, que dejé atrás al enfilar de nuevo las pistas del desierto, esta vez hacia el sur.
Según mi cuaderno de viaje, tardé menos de seis horas en cubrir la distancia de Atar a Nouakchott por el interior, haciendo una parada breve en Akjoujt para repostar combustible, más o menos a mitad de camino. Allí podría conocer, por fin, a las misioneras católicas, tanto españolas como de otras nacionalidades, que desarrollan un trabajo impagable. En la República Islámica de Mauritania existen proyectos de cooperación coordinados por varias órdenes misionales católicas y también protestantes, como la Compañía Hijas de la Caridad o las Hermanas Blancas. Mujeres, en este caso, como las hermanas Margarita Meza o Carmen García, pertenecientes a ambas comunidades, respectivamente, que dejaron atrás familia, amigos y trabajo para entregarse en cuerpo y alma a los más necesitados. No existe una forma mejor de evangelizar.
Encontré a la hermana Carmen García en el Centro de Promoción Juvenil de Nouakchott. Hasta allí llegué con el equipo de Gomaespuma, que también quería entrevistar a la misionera. Y cuando entramos en el centro de acogida, una de las primeras cosas que vimos fue un niño recién nacido, que aún tenía parte del cordón umbilical colgando. Acababa de ser abandonado por su madre.
Entre otras cosas el albergue-escuela que ella dirige recoge a niños abandonados, tuberculosos, malnutridos, etc. Y ese año llevaban ya entre ciento veinte y ciento treinta. Sin embargo, el principal objetivo de la misión de Carmen García no era la adopción de niños abandonados, sino la formación de mujeres para darles una esperanza de futuro. Acogidas por las Hermanas Blancas, las mujeres mauritanas tienen la opción de aprender un oficio durante tres años para después poder ganarse la vida. Además, con la ayuda de Cáritas, pueden formar cooperativas y conseguir una cierta independencia económica.
Durante la entrevista, la hermana blanca dijo algo que he escuchado en muchas otras misiones modernas:
«Mi testimonio es mi persona, y ellas tienen que descubrir el "recado" de Dios que les traigo a través de mi vida y de mi persona. Porque la religión se dirige al corazón y solamente Dios puede llamar al corazón».
El brillante compositor austríaco Gustav Mahler lo dijo de otra forma: «No hay más que una educación y es el ejemplo». Otra misionera católica en Mauritania lo expresaba de esta manera:
«Evangelizamos de presencia, porque yo trabajo con un grupo de mujeres y yo soy la única católica y ellas lo saben... Somos libres de escoger. En cambio, en la religión musulmana no hay esa posibilidad, es drástica, sobre todo para la mujer, que está muy por debajo en la sociedad».
Para la hija de la caridad Margarita Meza, como para la mayoría de misioneros que he conocido en países árabes, la esperanza de una conversión masiva al cristianismo, con la que se originaron las misiones, ha desaparecido hace mucho tiempo. Sobre todo porque, en países oficialmente musulmanes, la libertad religiosa no es tal. Y más aún en el caso de las mujeres árabes. Se acabaron los tiempos en que la cruz, como la media luna, se imponían a golpe de espada. Ahora los misioneros sólo pueden utilizar un argumento, mucho más elocuente y convincente que la violencia: el amor. Y el ejemplo de sus conductas.
Sin embargo, este comportamiento es criticado por muchos sectores conservadores de la curia romana. Y sin necesidad de llegar tan lejos. Muchos teólogos tradicionalistas, incluso autores españoles muy conocidos en los foros teológicos, aseguran que el gran pecado de las misiones es anteponer el trabajo social a las conversiones. Quien esto escribe ha participado en seminarios y cursos de teología en los que se lanzaban duras críticas a la labor de los misioneros por esta razón.
Evidentemente esos doctos eruditos no han pisado el Tercer Mundo en su vida. Sus argumentos son teóricos, y desde su profunda ignorancia sobre los mil rostros del dolor humano, anteponen la necesidad de extender los dominios de la Iglesia católica, o la gracia santificante de los sacramentos, al ejercicio de la esencia misma del mensaje cristiano. No se trata sólo de un interés material por recuperar el poder que disfrutaba el Vaticano en otros tiempos, sino que la razón de ser del mismo Vaticano es transmitir a todo el mundo conocido el mensaje la Iglesia. Y para eso, evidentemente, es necesario multiplicar las conversiones.
Pero hay más. Los obispos, teólogos y analistas de Roma están muy lejos, en general, de la realidad social, diaria... y mágica que viven los misioneros destinados en África, Asia, América y Oceanía. Una realidad social que a veces nos ofrece saltarinas cabriolas del destino.
«Cuando yo llegué (a Mauritania), los primeros meses, nos ayudó la Federación Luterana Mundial, que financiaba los salarios de las monitoras», nos explica la hermana Carmen García entre divertida y pudorosa. Porque en aquella misión católica se había producido un interesante fenómeno, que más adelante nos ayudará a comprender el demoledor sincretismo que se da en las actuales variantes del pensamiento mágico moderno.
Cuando las hermanas blancas llegaron a Nouakchott, había otra asociación protestante americana desarrollando ese trabajo evangélico y social. De esa manera nos encontramos con que los protestantes financiaban a los católicos para ayudar a los musulmanes. Por supuesto, nadie en la misión aceptaría una influencia protestante en la evangelización de los mauritanos. Sin embargo, sospecho que esas y otras influencias filosóficas e ideológicas son las responsables de que en el último siglo se haya redibujado a los antiguos dioses.
Por su parte, la hermana Margarita Meza estuvo viviendo en el altiplano chileno con los indígenas aymara antes de ser destinada al desierto sahariano. Allí tuvo la oportunidad de convivir durante más de un lustro con las creencias animistas y chamánicas de los aymara, igual que ahora tenía la oportunidad de conocer, y de hacerme conocer a mí, otra forma de religión ancestral con la que había tenido que aprender a convivir su fe católica.
Su experiencia y la de otras misioneras que habían convivido con los indígenas americanos me serían muy útiles posteriormente, cuando cruzase el «charco» para convivir con houngans, paleros, santeros, babalaos, pais de santo y demás personajes del mundo mágico americano. Pero ahora no me serían menos útiles al acercarme a otro fenómeno tan fascinante como desconocido en el África islámica.
Todos esos personajes, sacerdotes y hechiceros de las religiones afrocubanas, afrobrasileñas y afroamericanas en general suponen el punto de intersección entre dos formas de religión: el animismo de los indígenas africanos que fueron vendidos como esclavos a las colonias americanas y el cristianismo que se encontraron al llegar a América y que se les impuso a golpe de látigo. Existe abundante bibliografía sobre ese sincretismo entre las religiones tradicionales africanas y el cristianismo en América. Sin embargo, yo no era consciente, hasta viajar por estas tierras, de que ese mismo fenómeno se había dado en el islam.
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Comentarios
Publicar un comentario